2009/03/25

LAS FALACIAS DEL ATEISMO

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En el eterno debate entre ateos y religiosos referido a la existencia de D's o a la necesidad de la religión organizada, los primeros suelen adoptar una postura crítica sustentada en la, digamos, ofensiva del cuestionamiento, que automáticamente pone al hombre de fe a la defensiva.

El ateo se ubica en un pedestal superior desde el cual exige respuestas a sus muchas preguntas incisivas, acorralando al creyente con un torrente de interrogantes para los cuales, sencillamente, no hay respuestas simples. El planteo ateo tradicional, sin embargo, adolece de serias incoherencias, y exponerlas adecuadamente facilitaría un abordaje menos apasionado a propósito de temas tan esenciales como complejos.

El ateo suele afirmar que la divinidad es un misterio, y que, en consecuencia, toda afirmación certera a propósito de la existencia de D's es poco menos que dogmática, si no directamente arrogante. Muy habitualmente, postula que D's ha sido una creación del hombre a partir de una necesidad muy interna de encontrar cierta explicación al desorden histórico. Es decir, la divinidad como invento humano, como ficción sin sustento racional.

Pero esto en sí mismo constituye una afirmación –la afirmación de que D's es un cuento–, y eso de misterioso no tiene nada. Si la divinidad es un misterio, tal misterio debería serlo para ambos lados. Si es dogmático afirmar la existencia de D's, no lo debería ser menos afirmar su inexistencia. Si recae sobre el creyente el peso de explicar la persistencia del mal en la tierra, sobre el ateo recae el de explicar la persistencia del bien. En palabras de Milton Steinberg:

Si el creyente tiene sus problemas con el mal, el ateo tiene que bregar con dificultades más graves. La realidad también lo golpea, dejándole frustrado no por una sino por muchas, desde la existencia de la ley natural, pasando por la astucia del insecto, hasta el cerebro del genio y el corazón del profeta.
El ateo muy habitualmente esgrime las barbaridades perpetradas por el hombre en nombre de la religión como ejemplo de la naturaleza dañina de los sistemas religiosos. La Inquisición católica del Medioevo y la yihad islámica, ambas llevadas a cabo bajo el signo de D's, indudablemente han causado estragos en la humanidad. La explicación del creyente consiste en recordar que no fue la religión la responsable, sino lo que en su nombre se ha hecho. Irwin Cotler es un exponente de esta posición:
No ha sido la religión la que nos ha traicionado, sino que hemos sido nosotros los que hemos traicionado a la religión.
Pero antes de llegar allí existe, en materia de argumentación, una inconsistencia que merece señalarse. Es innegable que ha habido inmoralidad en las religiones, y que ha habido individuos religiosos profundamente inmorales. Pero es igualmente innegable que muchas de las ideologías seculares han fracasado éticamente al remover todo vestigio de moralidad religiosa de sus proclamas meta-históricas. Ideologías ateas y anti-religiosas como los comunismos chino y soviético o el nazismo alemán provocaron la muerte de más de cien millones de personas el pasado siglo. Si las guerras de religión del pasado sirven, según el ateo, de evidencia del componente pernicioso de los sistemas religiosos, entonces ¿qué deberíamos concluir a propósito de la naturaleza de los sistemas seculares, a la luz de las masacres que han propiciado? Los rabinos Dennis Prager y Joseph Telushkin han dicho:
Todos los horrores perpetrados en nombre de los ideales constituyen un testimonio trágico pero irrefutable del hecho de que el idealismo no basta y de que es indispensable, para alcanzar la paz, la justicia y la fraternidad universal, un sistema ético que obligue a cada individuo.
El sistema ético al que aluden estos autores es el aporte de la religión, específicamente la judía, que introdujo hace 3.321 años, por medio de los Diez Mandamientos, la obligatoriedad de la conducta ética.

Los más fundamentales valores liberales occidentales que muchos ateos hoy defienden con encono están arraigados en esos mandamientos. Que esto es un aporte de la religión, y no de las ideologías seculares, es un principio elemental con el que todo debate acerca de estos temas debería arrancar; o mejor aún quizás: terminar.


Julio Schvindlerman

El próximo examen para Washington

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Ha llegado el momento de la política exterior para la administración estadounidense. Washington ha decidido abrir el diálogo con países y organizaciones consideradas terroristas, Siria, Irán, Hamas, Hezbolá y otras estructuras yihadistas menores. Si la política exterior norteamericana se retrotrae a lo conocido en la era del ex presidente Jimmy Carter todo resultara en una inútil pérdida de tiempo, especialmente con el régimen sirio y con Hezbolá. El presidente Obama pretende imprimir una nueva modalidad de negociación comenzando con el régimen sirio y con Irán. Pero veamos con que deberá lidiar Obama para lograr éxito en su intento.

El baaz sirio ha demostrado ser experto en el engaño impulsando falsas políticas de “resistencia árabe” por más de 40 años, sus consignas históricas sobre la “resistencia” (mukawama) y la "obstrucción" (mumana) son bien conocidas. A través de estas falacias ha llevado adelante su resistencia contra el Estado de Israel y por medio de la obstrucción ha boicoteado cualquier opción de paz o reconciliación y actualmente (haciendo uso de tales consignas) Siria trabaja conjuntamente con los mulás iraníes sirviéndose de grupos terroristas para abortar cualquier oportunidad para la paz en el Oriente Medio. Uno puede preguntarse que persiguen con estas dos falacias y qué ganan con ello. En realidad, el principal objetivo del régimen “no es Israel”, sino mantener sometido a su propio pueblo y gravitar negativamente en la estabilidad y la paz de los regímenes árabes regionales, esta es la razón por la que Damasco ha resistido, rechazado y obstruido todos los esfuerzos pacíficos que tuvieron por objeto, por ejemplo, recuperar las Alturas del Golán (que perdió militarmente en la guerra que descerrajó al Estado de Israel en 1967). Aunque a decir verdad, tampoco ha disparado una sola bala a los israelíes durante los últimos 36 años para recuperarlas. En lugar de ello, ha financiado y entrenado a Hezbolá, Hamas, Yihad Islámica palestina y otros grupos terroristas para que lo hagan en su lugar extendiendo así el caos y la desestabilización regional.

¿Por qué el régimen sirio resiste y obstaculiza la paz con los israelíes desde una posición ambigua de "no a la paz y no a la guerra"? La respuesta es sencilla, ello ocurre con el fin de mantenerse en el poder y justificar la opresión de su propio pueblo bajo la falsa premisa del “enemigo externo”. Así, los baasistas se sirven de estas consignas para "resistir" y "obstruir" la paz, la seguridad y la estabilidad también de su vecino Irak, facilitando corredores de armas y proporcionando apoyo a los yihadistas que se infiltran desde su territorio para asesinar civiles iraquíes y soldados americanos; secuestrar ciudadanos extranjeros, desestabilizar la seguridad y ejecutar atentados suicidas contra centros religiosos e instituciones públicas iraquíes.

La administración estadounidense deberá convencer a un régimen sirio que es responsable por la mayoría de los desmanes en la región, que abuso del pueblo palestino estimulando su resistencia y desmembrando la unidad entre sus distintas facciones políticas. Neutralizó Oslo y la Conferencia de Madrid en lo relativo la creación de un Estado palestino independiente y conspira conjuntamente con los iraníes a través de Hamas para abortar todos los esfuerzos internacionales y regionales actuales destinados a la construcción de un Estado soberano en Gaza y la Ribera Occidental a través de un tratado de paz israelí-palestino. Siria también ocupó Líbano durante casi 30 años favorecida por un espurio mandato de la Liga Árabe. Su régimen asesinó, secuestró, torturó y envió al exilio a miles de libaneses, Damasco es sospechado del asesinato de decenas de políticos, intelectuales y periodistas del país del cedro. Destruyó y empobreció el otrora democrático y próspero Líbano. Los baasistas armaron y apoyaron varias organizaciones terroristas libanesas y palestinas, Hezbolá, Amal y el Partido Nacional Socialista Sirio (PNSS) entre otros. En coordinación y cooperación con Irán convirtió en cantones (donde funcionan bases de terrorismo regional e internacional) los 13 campos de refugiados palestinos que se encuentran en Líbano, los que controla a través de su mukhabarat (servicio de inteligencia). Aunque en 2005 se vio obligada (por la Resolución 1559 CSONU) a retirar su ejército de ocupación del Líbano, todavía la administración Siria se niega a patrullar sus fronteras y detener el contrabando de armas a Hezbolá y otros grupos terroristas palestinos y a liberar a unos 1100 ciudadanos libaneses secuestrados-detenidos en sus cárceles por más de 25 años.

En otras palabras, los gobernantes de Siria resisten y obstruyen la recuperación de la independencia, la soberanía, la libertad y la democracia del Líbano así como la paz con Israel, la estabilidad democrática en Irak y la creación de un Estado Palestino. El éxito del dialogo que propone el presidente Obama dependerá del realismo estadounidense en abordar un escenario en el que se sabe muy bien quien es quien por los últimos 50 años. Aun así, la administración estadounidense intenta comenzar con buen pie, con apertura y dialogo sincero.

La primera respuesta del régimen sirio a Washington no ha sido más que la reiteración de la manifestación de su ideología, el propio presidente Al-Assad ha declarado que: a) EE.UU. debe retirarse inmediatamente de Irak; b) Siria apoya la carta fundacional del grupo terrorista Hamas a quien reconoce como legítima resistencia palestina y c) cualquiera que intente ir contra Siria generará la implosión del Líbano y el caos en Irak. Según Assad, Beirut sólo dispone de un camino para la paz y esto es a través de un gobierno de unidad nacional, Irán tiene el derecho inalienable a la energía atómica e Irak debe ser liberado. Tales manifestaciones equivalen a un escenario donde él dictador de Damasco pueda hacer y deshacer a su gusto con sus socios iraníes. Una sombría advertencia, pero que al menos tiene el mérito de la claridad. Habrá más.

George Chaya.

2009/03/02

El vampirismo contemporáneo.

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El vampirismo contemporáneo

Gustavo D. Perednik

Tres parámetros para reconocer la judeofobia

El Catoblepas 84 (febrero 2009)

El nuevo rebrote de judeofobia a partir de la operación Plomo Fundido es instigado desde Irán, para que sirva de fermento a una involución islamista mundial que busca retrotraernos al Medioevo. Su método es la demonización del judío de los Estados, el único de entre doscientos al que se le prohíbe defenderse y se le exige justificar su existencia.

Analizaremos aquí los tres criterios eficaces permiten reconocer dicha judeofobia, a saber: la obsesión, la coprolalia y el maniqueísmo.

1. La obsesión: sólo la conducta del hebreo es monitoreada con lupa por el judeófobo. Mientras pasa por alto conflictos que cobran cientos de miles de muertos, y atrocidades y excesos cometidos por muchas naciones, magnifica como si fuera una hecatombe cualquier muerte atribuible a Israel

De todos los gobiernos del mundo, sólo en el judío un juez español ha encontrado crímenes de lesa humanidad. El régimen iraní, del que la Justicia argentina ha demostrado que fue el perpetrador directo de dos monstruosos atentados en el centro de Buenos Aires, escapa al juez Fernando Andreu. Como lo hacen el resto de los gobiernos del planeta, y todos los verdaderos crímenes de lesa humanidad que diariamente comenten los enemigos de Israel, y que dejan a Abreu y a sus colegas curiosamente apáticos. La Audiencia Nacional de España jamás se ocupó de un solo crimen de las dictaduras islamo-fascistas, que causaron nada menos que once millones de asesinados árabes (pero a manos de otros árabes, lo que concede impunidad).

El único «crimen contra la humanidad» que perciben es la muerte de un terrorista culpable del asesinato de decenas de israelíes, quien se refugiaba entre civiles musulmanes.

Eric Hoffer (1902-1983), llamado «filósofo de la autoestima», lo explicaba en un artículo publicado hace cuarenta años, que pareciera haber sido escrito ayer: «Lo qué está permitido a otras naciones, les está prohibido a los judíos. Otras naciones erradican a cientos, incluso millones de personas, y no hay ningún problema de refugiados. Rusia lo ha hecho, Polonia y Checoslovaquia lo hicieron, Turquía deporto a un millón de griegos, y Argelia a un millón de franceses. Indonesia arrojó ¿cuántos chinos? –y nadie habla de refugiados. Pero en el caso de Israel, los árabes, que escaparon por voluntad propia, se hicieron refugiados eternos».

2. La coprolalia: el judeófobo, muchas veces inconsciente de su odio, no puede evitar desbordarse en lenguaje soez. Sólo el judío genera en él una adrenalina que lo eyecta desde la discusión razonada hacia la terminología más desmesurada y el vituperio. Comienza planteando un problema («la ocupación») pero termina casi irremediablemente en describirnos como «país nazi», «cáncer de Oriente Medio», y otros epítetos que nos reserva en exclusividad. Lo que de otro país se percibe como una operación militar, buena o mala, de Israel es visto como «limpieza étnica» o una matanza feroz. Al respecto, cuando el historiador Arnold Toynbee se refirió a los refugiados palestinos, adujo que es «un desastre mayor que el perpetrado por los nazis».

El 20 de enero pasado, Trine Lilleng, una diplomática noruega de alto rango, dedicó días a fabricar un fotomontaje que equipara a Israel con los nazis. La obscenidad fue enviada a miles de personas desde la embajada noruega en Arabia Saudí, bajo el lema de que «los nietos de los sobrevivientes del Holocausto le hacen lo mismo a los palestinos».

El abuso del lenguaje se ve especialmente en el término «genocidio», acuñado por el abogado judío Rafael Lemkin para definir el martirio israelita en la Segunda Guerra Mundial (y que diera su nombre a la Comisión que acompañó a los Juicios de Nürenberg). Hoy en día pareciera tener dos definiciones alternativas: a) la matanza sistemática y deliberada de cientos de miles de personas pertenecientes a un mismo pueblo, o b) la muerte de algunos palestinos.

(Vaya la salvedad de que la segunda alternativa se restringe sólo a aquellos casos en que la responsabilidad pueda atribuirse a Israel; en toda otra matanza de palestinos, la definición tampoco se aplica.)

Así, la Audiencia Nacional de España llama «genocidio» a la muerte de las 14 (catorce) personas que acompañaban al jefe militar de Hamás, Salaj Shjadeh, responsable directo del asesinato de decenas de civiles israelíes y turistas extranjeros. Además, denomina «asesinato» al ajusticiamiento de Shjadeh por parte del Ejército de Defensa de Israel.

La coprolalia tiene un objetivo: habituar a la gente a que el Estado de Israel pueda eventualmente ser destruido. La propaganda que otrora mostraba a los judíos como un virus infeccioso generó en Alemania un adormecimiento moral que facilitó el Holocausto. Hoy le toca al judío de las naciones: deslegitimarlo en su esencia permitiría eventualmente aceptar sin sobresaltos la andanada final de los ayatolás para borrar a Israel del mapa.

3. El maniqueísmo: todo lo que haga Israel, es malo por definición. Para el judeófobo, como Israel siempre carga con todas las culpas, las agresiones contra los israelíes pasan olímpicamente inadvertidas. Miles de israelitas que sufrieron los atentados de suicidas en discotecas y fiestas de cumpleaños, son soslayados hasta el regodeo. El judeófobo es incapaz de ver ninguna injusticia o atropello que agreda al país hebreo. A mediados de este mes, el ministro Miguel Ángel Moratinos visitó a Siria, principal aliado de los ayatolás, a quien el huésped atribuyó "un fuerte compromiso con la paz». Agregó que su gobierno «ha pedido el alto el fuego desde el primer día". Esta cronología es muy reveladora: para Moratinos «el primer día» del enfrentamiento fue la contraofensiva israelí; nunca notó que durante ocho años el Hamás disparaba obuses sobre la población civil hebrea. La peculiar definición de «primer día de la guerra» es: cuando el agredido Israel comienza a defenderse.

Proporciones vampirescas

Los tres factores antedichos permiten rastrear y reconocer la judeofobia, que debe ser denunciada en sus mitos. Éstos, en nuestra época, han sido o bien reciclados (la religión judía era vengativa, ahora lo es el sionismo; el judío era dominador, ahora lo es Israel; &c.), o bien inventados para la nueva situación.

Uno de los nuevos mitos que se repite usualmente es la de la desproporcionalidad de las acciones israelíes.

Fiel al criterio de la obsesión, dicho argumento jamás se revisa en la acción Aliada contra Alemania durante la Segunda Guerra, ni en la guerra contra los Talibanes, ni a la represión rusa de los chechenios. Sólo cuando Israel combate debe ser tan precavida como para dejar correr la sangre de sus ciudadanos en la misma medida en la que nuestros enemigos abandonan a los suyos.

Alan Dershowitz ha denostado la absurda la aplicación del principio de proporcionalidad al hecho de que mueran más terroristas de Hamás que los civiles israelíes muertos por los cohetes del grupo terrorista. Primeramente, porque no hay equivalencia legal entre el asesinato deliberado de civiles inocentes y la colocación de terroristas del Hamás como blanco. Las leyes de guerra no limitan el número de combatientes que puede matarse para prevenir el asesinato de civiles inocentes. En segundo lugar, la proporcionalidad resulta del riesgo impuesto. El 30 de diciembre pasado un mortero de Hamás cayó en un jardín infantil en Beer Sheva, justo en el momento en que los niños estaban protegidos. ¿Cuántos intentos de matar párvulos judíos debería absorber Israel, antes de proceder contra el Hamás?

Agreguemos que «desproporcionado» es aquello que podría logar su objetivo en una menor medida. Si el objetivo de la guerra era liberar a los soldados israelíes secuestrados, o detener el ataque de los cohetes del Hamás, éstos no fueron logrados, por lo que la «desproporcionalidad» sería inversa.

Pero Moratinos insistió, desde Siria, en que tendría un «diálogo franco» con el Gobierno israelí, en línea con la oposición de Zapatero a la «desproporcionada» contraofensiva hebrea.

La intención oculta de muchos de los que blanden el principio de la proporcionalidad, es ver más sangre judía derramada. Así podría cumplirse el principio. En una especie de vampirismo reformulado, los motiva, como al Hamás, el deseo de que más civiles judíos mueran. Y en ello, después de todo, consiste la judeofobia desde sus albores.

Máximo Kahn, un intelectual judío escapado de Alemania, escribió en 1944: «La muerte de los judíos es, quizá, la más enigmática de todas las muertes; ciertamente es la más acusadora. Durante dos mil quinientos años se ha venido matando a los judíos en vez de permitir que mueran... Se empezó a matar judíos con tanto éxtasis que la muerte natural ya no les causó terror... los judíos se agarraron a la muerte natural como si fuera vida, como si fuera luz del sol, canto de pájaros, fragancia de flores o amor. Nada les pareció tan apetecible como poder morir sin huellas de homicidio en el cuerpo. Su vida se convirtió en esperar la muerte. Es de extrañar que la palabra judío no se haya vuelto sinónimo de moribundo ».

Algo similar podría decirse del Israel de hoy. No queremos morir de muerte natural, pero el sufrimiento «normal» termina siéndonos aceptable debido al sufrimiento artificial con el que nuestros enemigos nos han castigado desde el comienzo, protegidos por la miopía de los medios y de ciertos intelectuales.